No faltaba nada. Pero en el fútbol una jugada puede cambiar todo (o casi). Por obra y gracia de ese cabezazo postrero de Salomón Rondón, Atlético se vuelve a Tucumán con la conciencia tranquila de hacer un buen partido, pero con los bolsillos vacíos.
“Los jugadores merecían al menos mantener el invicto de 10 partidos, que se iban a 11; algo que no es fácil en el fútbol argentino. Me da bronca que no se hayan llevado nada”, se lamentó Sergio Gómez en rueda de prensa.
Es que Atlético estuvo a punto de hacerlo. Este rocoso “Decano”, que no perdía desde Junín a fines de junio, estuvo a solo minutos de impedir que River sumara su victoria 18 en fila en el Monumental.
El empate en cero premiaba la disciplina táctica y la enjundia del conjunto tucumano, que incluso lo pudo ganar con un remate de Mateo Coronel que dio en el palo, y castigaba la ineficacia en ataque del equipo de Martín Demichelis. Sin embargo, con tiempo cumplido, ese centro preciso de Pablo Solari, y sobre todo ese cabezazo felino de Rondón cambiaron el destino de la noche.
Que terminó en bronca. Aparentemente, Miguel Borja, quien saltó del banco a la cancha apenas Pablo Dóvalo pitó el final, lo encaró a Tomás Marchiori y le dijo, palabras más, palabras menos, “atate los cordones ahora”. Se armó la gresca. Y Gómez fue uno de los más ofuscados con el comportamiento del colombiano.
“Fue una acción de Borja desmedida. Estábamos todos con las pulsaciones elevadas por la forma en que se definió el partido, y él hizo algo que no tenía que hacer, pero ya está”, afirmó al respecto Favio Orsi, a quien también se lo vio discutir con varios jugadores locales.
Antes de ese final impensado, Atlético había dado muestras del porqué de su solidez defensiva, de esos nueve de 10 partidos con la valla invicta. Incluso, cuando los reflejos de Marchiori no alcanzaron, la intervención del VAR le había permitido al “Decano” mantener la chapa en cero.
El gol anulado por offside al chileno Paulo Díaz, después de que el árbitro Pablo Dóvalo se convenció de que no hubo pase deliberado de Bruno Bianchi en la jugada, en las postrimerías de la primera etapa, trajo como consecuencia que la visita se fuera al entretiempo con el deber cumplido y el anfitrión sin los beneficios de un gol de tipo psicológico.
La dupla optó por la misma formación inicial que ante Barracas Central, con Coronel esperando en el banco. Y una primera postura agresiva, apretando bien arriba cuando River intentaba salir jugando. Claro, el anfitrión, con el volumen de juego que garantiza un mediocampo poblado de jugadores de buen pie, se adueñó de la posición.
Pero Atlético lo invitó al embudo por el medio, facilitó ese toqueteo infructuoso carente de agresividad, en el que suele caer el vigente campeón del fútbol argentino, y que a medida que pasaban los minutos fue provocando el murmullo de los hinchas. River se hizo previsible y cuando logró inquietar, apareció Marchiori.
Así las cosas, el 4-4-2 dispuesto por la dupla terminó pagando dividendos en la etapa inicial, porque tanto la defensa como el medio aguantaron a pie firme. La estantería solo estuvo a punto de desmoronarse aquella vez, con el gol de Paulo Díaz a la postre anulado.
River parecía pedir a gritos un segundo delantero, una compañía para Borja. Pero Demichelis en un técnico conservador a la hora de hacer cambios y recién después del “Movete, River movete” intentó un revulsivo, primero con Rondón y Facundo Colidio, y luego con Solari.
Gómez y Orsi ya habían elegido lo contrario, reforzar el medio con Tomás Castro Ponce y Renzo Tesuri y apostar todavía más a un eventual pleno de contra, cuyas posibilidades aumentaron con Coronel finalmente en cancha.
Pero el tiro del final le salió a este River en estado de gracia, cuando del Monumental se trata.